Llevo unos meses algo perdida.
Ausente.
Pero es que, a veces.
La vida va más rápido que yo.
Que lo que me gustaría.
A mí que me gusta tanto la vida lenta.
Pero no.
A veces, no es posible.
Simplemente.
No es posible.
Y me abrumo.
Me agobio.
Lucho.
Contra la velocidad.
Sin sentido.
Pero me atrapa.
La vida me atrapa.
Cada vez.
Y entonces es cuando me rindo.
Me suelto.
De la orilla.
Paro de nadar.
A contracorriente.
Y me dejo llevar.
Por la fuerza.
La inercia.
De este mar furioso.
Que es la existencia.
.
Así que por eso he estado algo desaparecida.
Últimamente.
Porque me he dejado llevar.
Por los acontecimientos.
Las sorpresas.
Que no esperaba.
Que ya ni siquiera imaginaba.
Posible.
Pero que cuando menos te lo esperas.
Zasca.
En toda la boca.
.
De hecho.
Siempre he odiado esta expresión.
«Las cosas llegan.
Cuando dejas de buscarlas.»
Esta frase.
Bienqueda.
Que te dice la gente.
Mientras te da una palmadita en la espalda.
Como si eso fuera lo que necesitas.
Y no un abrazo.
O un simple.
Tienes razón, Patt.
Life’s a bitch.
.
Sea como sea.
Ahora me la como con patatas.
Porque así ha sido.
Cuando dejé de buscar.
Encontré.
Cuando dejé de pensar.
Sentí.
Y cuando dejé de forzar.
Salió.
.
No obstante, tengo ganas de volver.
De volver aquí.
Y a mí.
A mis ratos.
En silencio.
En soledad.
A la lectura.
A la escritura.
La reflexión.
Y la lucha.
A la lucha también.
Por supuesto.
A mis planes.
Metas.
Y objetivos.
A mi centro.
Mi foco.
Mi roca.
A mí.
Al feminismo.
A la sexología.
Feminista.
Siempre.
Al activismo.
Por los derechos.
Humanos.
Pero, sobre todo.
De las mujeres.
Que son las grandes olvidadas.
Las grandes ninguneadas.
Explotadas.
Y violentadas.
.
Así que vuelvo.
Vuelvo despacito.
Muy despacito.
Pero convencida.
De que este.
Es mi lugar.
Mi camino.
Mi lucha.